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Fernando Alonso en las 500 millas, crónicas de un desastre anunciado



Sí señores, yo fui de esas que se pusieron delante de la televisión a las seis de la tarde a la espera del inicio de las 500 millas de Indianápolis para ver el debut de Fernando Alonso en la categoría. Y sí, era la primera vez que veía esa carrera.
No hará falta deciros que yo tenía todas mis esperanzas puestas en que el asturiano se llevara la victoria y marcara un antes y un después en la historia del automovilismo. Pero no fue así.
En el momento en el que Fernando anunció que disputaría esta legendaria carrera de la Indycar junto con su escudería de Fórmula 1, McLaren-Honda, se me vino un fugaz pensamiento a la cabeza: "Como corra con motor Honda se le changa en mitad de carrera". Y así sucedió.
Quizás fue el hecho de que ya se le quemó el motor de su coche la semana de la clasificación o tal vez que tenía tantas ganas de que lograse de nuevo una victoria más en su carrera deportiva, que todos los malos augurios desaparecieron durante toda la carrera a la espera de que no ocurriera ningún fallo mecánico.
Resulta que Fernando Alonso estaba haciendo una de las mejores exhibiciones de conducción de toda su vida. Un rookie en la categoría había logrado una muy meritoria quinta plaza de salida y se puso a liderar la carrera en la vuelta 37 (de las 200 que tenían que dar). Fuimos testigos de una de las actuaciones más profesionales del piloto español de los últimos años, dejando al segundo piloto en la tabla de posiciones, Alexander Rossi (ganador de la edición anterior) a casi dos segundos, una marca muy poco habitual. El naranjito supo llevar muy bien el relevo de posiciones, similar al realizado por los ciclistas, con el fin de ahorrar neumáticos y combustible. A pesar de ello, las banderas amarillas (y la roja, una buen momento para mear y tomarse un café) no le jugaron buenas pasadas y a 30 vueltas del final se posicionaba en novena posición. La carrera no estaba para nada perdida, si tenía velocidad podía llegar a la primera posición en menos que canta un gallo. Pero en fin, supongo que era de esperar que algo así pasara. Un piloto como Alonso, que había hecho ya alarde de su facilidad para adelantar estaba sufriendo por alcanzar el grupo de cabeza, y cuando se posicionaba sexto al acecho de los primeros puestos sucedió... Honda volvía a lastrar una gran carrera del asturiano y a arrebatarnos nuestra ilusión y esperanza cual depredador devora a su presa.
El expiloto nipón de Fórmula 1, Takuma Sato, se llevó el gran trofeo este año y una prima de 2,2 millones de dólares frente a los 237.000 dólares de Alonso.

Pero no podemos quedarnos solo con las cosas malas, muchos de nosotros hemos descubierto una de las categorías más emocionantes y bonitas del automovilismo, y seguro que marcaremos cada una de las carreras en nuestros calendarios. Yo por lo menos haré todo lo posible por no perderme ninguna.
Pero seguro que eso no fue lo mejor de estas dos semanas. Por mi parte lo mejor que me llevo de esta experiencia fue volver a ver esa sonrisa sincera y esa sensación de disfrutar y pasarlo bien en la pista, de las que Alonso no hacía gala desde hace años. Dos semanas inolvidables.

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